viernes, 3 de abril de 2020

Un día, si puedo, te hablaré.




Te hablaré del mundo y de su azul deslumbrante.

Te hablaré de las plantas que hablan y dicen, que murmuran
del viento que las despeina y deshace. 

Te hablaré de los árboles que arraigados esperan que nazcan sus hojas y que con sus rugosos troncos disimulan el frío.

Te hablaré de ese mar que encrespado grita y se alza y hunde, pero que al final descansa tranquilo lamiendo la arena.

Te hablaré de la música que mece las ideas, que acaricia los sueños, que anima tristezas.

Te hablaré de pintores que inundan de luz y de vértigo, con paisajes recónditos en los que pasear sin tiempo.

Te hablaré de los libros llenos de palabras que otros dijeron y que allí quedaron para seguir diciendo.

Te hablaré de la luna que platea en el charco, ese humilde lago que no llega a nada y se conforma con su efímera gloria.

Te hablaré del río que ronronea en sus recodos, esperando una acaricia y que alguien se atreva a meter su mano y a notar su frío.

Te hablaré del cielo, esa esfera en que se mueven fulgurantes estrellas y que como farolillos alumbran la noche.

No te hablaré del desamor, no, tampoco del tiempo que arranca tersuras y aniquila ideales, no. 

No te hablaré del dolor innecesario, ni de la injusticia, ni de la mezquindad, ni de odio. 

No te hablaré de silencios que matan, de palabras que hieren, de ausencias que ahogan. 

No te hablaré de egoísmos que aíslan, de solidaridades ausentes que dejan heridas que nunca se curan.

No te hablaré de verdades a medias, del dolor de quien habla y no se le escucha. 

No te hablaré de puertas cerradas, de afectos truncados que nunca retornan.

No te hablaré del tiempo que fluye como un río que arrastra los años sin poso.

No, no hace falta que diga lo que el tiempo habla y la vida enseña.