domingo, 26 de julio de 2015

Mis manos




Miro mis manos y no recuerdo otras
no recuerdo cuándo ni cómo crecieron
ni el tiempo en que aprendí a verlas
pero sé que han acariciado y sentido instantes
fugaces tal vez

contemplo sus venas y pienso
cómo serán mañana y que otras pieles le esperan
si superarán el vacío
si con la soledad a cuestas todavía sabrán
o aprenderán a estar quietas

siento mis dedos recorrer rincones
señalar sin miedo y moverse ausentes buscando
una mano o un gesto
un cuerpo que lata al amor que espera
sin nada y sin nadie

las dirijo a tientas y rozo las teclas
las letras las siguen se mueven atentas
se callan a fuerza de silencios rotos
de voces a medias que ya nada dicen
que se alejan y dejan

se mueven alegres resiguiendo notas
se alzan se agitan convierten el puño en una protesta
pero ya nadie oye ni siente ni corre
y queda la mano esperando otra
otra que ya nunca llega








miércoles, 3 de junio de 2015

Enyor.




Sento el dolor que esclata a dins meu 
com un volcà 
veient encara l'espurna dels teus ulls 
com una lluna platejada lluent al fons del mar

resten estrelles mirant-nos en el cel
i veig aquella onada de escuma blanca
que em porta a tu una i altre vegada
amb la petxina buida i la sal als llavis

mai ens direm adéu i a la foscor del somni
descobriré amagatalls que només seran
per tu i per mi en llocs sense paraules
on el batec del cor em dirà on t'amagues

Añoranza.

Siento el dolor que explota en mi interior como un volcán
viendo todavía la chispa de tus ojos
como una luna plateada luciendo en el fondo del mar

quedan estrellas mirándonos en el cielo
y veo aquella ola de espuma blanca
que me lleva a ti una y otra vez
con la concha vacía y la sal en los labios

nunca nos diremos adiós y en la oscuridad del sueño
descubriré escondites que solamente serán
para ti y para mí en un lugar sin palabras

dónde el latido del corazón me dirá dónde estás

domingo, 9 de noviembre de 2014

¿Quién tomará la vez?

No quisiera pensar que he fracasado
que lancé mis naves sin rumbo al infinito
y que mil galernas en la noche
desbarataron velas y arrancaron paquebotes
y que a la merced del viento quedaron sentimientos
que se zarandean náufragos
perdidos en esa mar que aparece enfurecida
Lancé mis horas a ese terrible vendaval
y ahora encuentro los restos que dejaron esparcidos
en esa orilla que ahora amanece tranquila
pero que engulló mis primaveras
y que convirtió en arena los anhelos de mis días.
¿Quién rehará los años que arrastraron?
¿Quién tomará la vez sin el dolor de la derrota?
¿Quién me acompañará mi otoño
preludio del invierno que me espera?
¿Quién tomará la vez?


sábado, 23 de noviembre de 2013

Un sobresalto de memoria.


No escribo, ya tan solo paseo medio anestesiada por esta ciudad, ayer mía y en la que los espacios vacíos se mezclan con el barullo, las conversaciones entrecortadas de transeúntes y el arrollador sonido de voces, motos, coches y autobuses. Nada es lo mismo, o es lo mismo, no lo sé bien. Ha llegado lentamente, avisando, pero ha dejado la ciudad convertida en una especie de campo de batalla en la que han quedado esparcidos cuerpos de pobres mendigando, tiendas vacías, letreros de “se vende” en ruso, bicicletas por las aceras y lujo a todo color en anuncios y revistas que cuelgan en unos cuantos kioskos. Hoteles y más hoteles con ciudadanos que van y vienen ajenos a todo, arrastrando sus maletas, y sus conserjes en la puerta llamando a taxis que esperan en las esquinas hablando de fútbol. Chinos saliendo de alargadas y pintorescas limousines; ancianos heridos de tiempo y de nostalgia sentados en bancos de pintura desgastada. Aceras sucias, gente fumando en las puertas, gente fumando por la calle, jóvenes con cara de hastío y desánimo, jóvenes riendo ajenos a todo. Mujeres que conversan sobre el futuro de sus hijos en países lejanos, soledad que se pasea en miradas y rostros. Estoy en esa isla mía y miro, veo la ciudad aquella y mi memoria, como un regalo, me ha permitido recorrerla de nuevo sorprendida.

Ya no está la droguería Viçens Ferrer.


Estaba ubicada donde hoy se alza el mastodóntico Corte Inglés, ni la sala de fiestas que solo conocí de nombre por mis padres: Salón Rigat.


 Tampoco está el antiguo Zurich cuyo remedo me parece incluso ofensivo y que nada tiene que ver con el original, ni los almacenes Sepu (hoy la Nike), ni El Siglo (ahora C&A)


Ni los Capitol (antiguos Almacenes Alemanes), donde pasé unas navidades trabajando, ni El Aguila que dio paso tras su incendio a un anodino edificio de viviendas.


Ha desaparecido La Vanguardia, en cuyo escaparate podíamos leer las últimas noticias (ahora lo regalan en el tren y en el autobús; esparciendo ideología, pura ideología). Queda tan solo la casa Palau, con sus maquetas de siempre y la algo modernizada tienda de zapatos Cadira. Desparecieron las tiendas de fotomatón... Ya en la Ronda, Catalonia también ha desaparecido.


Ya no están: la librería del Drgustore del Paseo de Grácia, Argos, Herder, la Librería Francesa, la Look, ni la Cinc d'Oros, ni tantas otras; tampoco librerías donde compraba mis libros de estudiante; la Bastinos, la Bosch y la Castells, han desparecido. La zapatería Vigares en Balmes/Ronda Universidad, que junto con Carol, hace años que desaparecieron, solo queda Manolita. Los Almacenes Tivoli, que regalaban un globo con un gato negro con cinco patas ya no están, está el teatro Tívoli, al que fui innumerables veces con mis padres.


El teatro Calderón, en el que viera tanto ballet y tanto teatro con mis padres, es un hotel de lujo. El cine Maryland, el Emporio, el Oriente, el Eslava, el Rex, el Novedades, el Rialto, el Windsor, tantos y tantos que ya no están... La cafetería Manhattan, en la calle Urgell, que fue un lugar de reuniones clandestinas a pesar de que, al parecer, el juego y las apuestas eran su principal atracción nocturna; la Gran Bodega, en Valencia/Aribau, que a pesar de haber ido solamente a tomar algún café, me fascinaba.
Los increíbles edificios que ya no conocí, como el café Colón.


lugar de reunión de intelectuales y artistas y durante la guerra civil edificio confiscado por el PSUC, entonces, comunistas.


 El Gran Hotel que ocupaba el lugar de lo que era el edificio de aduanas del puerto, construido al parecer en un tiempo récord (69 días), para la Exposición de 1888, de Domenech i Montaner, padre del modernismo y destruido con la misma rapidez (me tocó clasificar una donación al Centro Excursionista de Catalunya, toda una institución , y me costó identificar la foto).


Así como la de “Tapioles y Pirretas”, una peletería que ocupaba un local modernista también desparecido. El salón Rosa, donde está hoy el Boulevard Rosa…
 La Telefónica, ahora privatizada y sede de la CNT durante la guerra; el terrible deterioro en que se encuentra el que fuera edificio del sindicato vertical y ahora sede de los sindicatos. Los Almacenes Jorba y La Orquídea, en la que se bordaban a mano mantelerías y sábanas. La lencería Flapper...


Tan solo y no se sabe por cuanto tiempo, está la mercería Santa Ana, cuya forma de cobrar es igual que la misma de hace cincuenta años. El deterioro de los mercados municipales de Sant Antoni, del Ninot, de Sants...
El cine Urgell, recién desparecido.
La Avenida de la Luz, sorprendente galería subterránea bajo la calle Pelai. La Feria de Muestras, que nos indicaba el principio de las vacaciones de verano.


La editorial Regina, el acuario de la Barceloneta, con sus inmensas tortugas y las peceras llenas de peces autóctonos que dejaron morir sin más.
El restaurante Guría que un incendió devastó. Los tranvías, que los había de verano aunque no recuerdo haber subido nunca a uno de ellos. Los autobuses de dos pisos... La carabela Santa María en el puerto. La visita del Saratoga, hoy a punto de ser desguazado.
Algunas cosas habrán desaparecido para dar cabida a la modernidad, pero la gran mayoría desparecieron por la especulación y muchas han sido substituidas por la astracanada. Solamente hay que ver la duplicidad de tiendas con los mismos escaparates; la baja calidad de sus productos; la falta de atención para con los clientes. Lencerías con glamour que han dado paso a horteradas varias y repetidas en cada esquina, con el toque de mal gusto y de sucedaneidad.
Quisiera volver, pero no puedo. Recordando he retomado mi niñez, mi infancia perdida, mi adolescencia robada, mis sueños no cumplidos y que nunca se cumplirán, recuerdos y más recuerdos que ahora no puedo compartir. No es añoranza por lo que ha muerto, es congoja por lo que ha quedado vivo.