martes, 1 de noviembre de 2022

¿A dónde dirigir nuestros pasos sin que nos duela?






Llega con rapidez el final de esta dura carrera 

sin que nos esperen oropeles,

sin que haya más flores que las que aguardan 

para ser algún día testigo de nuestra ausencia


No hay bienvenida ni adiós;

solo surcos que horadarán nuestro rostro 

para dejar caer la lágrima huérfana

y unas manos temblorosas

que acompañarán la fragilidad de nuestros pasos


¡Cortaron nuestras alas tantas veces! 

Aquí paralizados con la voz como bandera

cuando nadie oye y la verdad no importa


Sube y arraiga esa enredadera que oprime

y que acabará con la savia de nuestros días

para ser un átomo en aquella hoja

o aire que respirarán otros

(los que queden, si quedan)


Conseguimos alcanzar la lucidez tras mucho esfuerzo

(ese faro que alumbra nuestras tinieblas)

para dejarnos solos 

y poder ver impotentes desde la atalaya 

las miserias de este mundo

que parece enloquecer

amenazado por terribles tormentas.

Y aquí estamos sin gloria y con pena 

en el duro trance de ver en el país de los ciegos 


Se fueron alejando los que amamos 

(que no sé si nos amaron)

Y son ahora rescoldo que aviva heridas de un ayer

que no vivimos esperando vivir

y al que no podemos volver


Un tenue trino de un pájaro, 

algún brote que no pudo crecer 

porque el invierno alcanzó su primavera,

ese mismo cielo que parece imperturbable, 

la sal de ese mar que cicatrizó heridas, 

un paisaje desolado de un presente que parece sin futuro 

(aunque no lo vayamos a ver)

¿A dónde dirigir nuestros pasos sin que nos duela?


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