Llega con rapidez el final de esta dura carrera
sin que nos esperen oropeles,
sin que haya más flores que las que aguardan
para ser algún día testigo de nuestra ausencia
No hay bienvenida ni adiós;
solo surcos que horadarán nuestro rostro
para dejar caer la lágrima huérfana
y unas manos temblorosas
que acompañarán la fragilidad de nuestros pasos
¡Cortaron nuestras alas tantas veces!
Aquí paralizados con la voz como bandera
cuando nadie oye y la verdad no importa
Sube y arraiga esa enredadera que oprime
y que acabará con la savia de nuestros días
para ser un átomo en aquella hoja
o aire que respirarán otros
(los que queden, si quedan)
Conseguimos alcanzar la lucidez tras mucho esfuerzo
(ese faro que alumbra nuestras tinieblas)
para dejarnos solos
y poder ver impotentes desde la atalaya
las miserias de este mundo
que parece enloquecer
amenazado por terribles tormentas.
Y aquí estamos sin gloria y con pena
en el duro trance de ver en el país de los ciegos
Se fueron alejando los que amamos
(que no sé si nos amaron)
Y son ahora rescoldo que aviva heridas de un ayer
que no vivimos esperando vivir
y al que no podemos volver
Un tenue trino de un pájaro,
algún brote que no pudo crecer
porque el invierno alcanzó su primavera,
ese mismo cielo que parece imperturbable,
la sal de ese mar que cicatrizó heridas,
un paisaje desolado de un presente que parece sin futuro
(aunque no lo vayamos a ver)
¿A dónde dirigir nuestros pasos sin que nos duela?
No hay comentarios:
Publicar un comentario