miércoles, 1 de diciembre de 2010

La carta


Estoy oyendo tu voz al otro lado del teléfono y doblo, cuadriculo, manoseo lo que al parecer es un sobre dirigido a ti. Bien sabes que no soy curiosa, que siempre he respetado tu correspondencia, pero ahí, náufrago entre mis dedos está ese sobre. Sobresale con el toqueteo una hoja y en ella distingo casi sin darme cuenta una letra que por su redondez reconozco femenina.
Sé que no es azar lo que ha hecho el que esta carta llegue a mis manos. No es casualidad que esté abierta provocando su lectura como un desafío.
Lo que al principio me parecía un sobre cualquiera, deviene ahora una terrible afrenta. Me tiemblan las manos y me ha invadido un gran desasosiego. Has debido notar mi brusquedad en despedirme, con un “hasta luego” que no venía a cuento y he zanjado la conversación-
Es un día gris nada acorde a estos primeros de Julio, incluso he tenido que ponerme un jersey porque hacía frío.
Aprieto la carta con fuerza y voy a buscar mis gafas recién compradas. Apenas hace unas horas que he ido a recogerlas. Mi bolso está revuelto, te quejas siempre porque no encuentro nunca nada de lo que hay dentro. Me he acostumbrado a oírte refunfuñar cada vez que nerviosa busco las llaves. ¡Eres un desastre! me dices, pero creo que es una frase hecha que usas para dar tiempo a que yo abra la puerta y evitar así buscarlas tú.
Ayer pasé por delante de la tienda de antigüedades en la que viste aquel marco para el espejo que nos regaló tu madre y pensé que te haría ilusión tenerlo para tu cumpleaños. Mañana haré que lo coloquen para que cuando entres te lo encuentres dándote la bienvenida.
¡Que guapo estabas la otra noche con tu traje oscuro!. ¡Más de una mujer se fijó en ti! Te diste cuenta y me dijiste ¡Estás más guapa que nunca! Y yo enrojecí.
Mi pelo sigue siendo oscuro, pero ha perdido su brillo, aquel color azabache que tanto llamaba la atención. Mi cuerpo a pesar de que me cuido no es lo que era y aquellos cinco  años que antes no nos diferenciaban se abren entre nosotros como una profunda brecha, como un terrible abismo.
Hemos compartido momentos inolvidables; el nacimiento de nuestros hijos, tus premios, viajes..., pero también sinsabores; la muerte de mi madre, el accidente de mi hermano., la muerte de tu padre...
Tu no querías que dejase mi trabajo, pero poco a poco, a tu pesar y el mío, tu trabajo fue absorbiendo tiempo y espacio y encogiendo el mío. Sé que yo deje hacer …pero tú no hiciste nada para impedirlo. Tal vez yo me canse de ese pluriempleo de mujer y madre y fui arrinconando mi trabajo. Pensé que tan solo sería un breve tiempo, que así estaría cerca de Germán y de Natalia, pero sin darme cuenta han pasado los años y mi tiempo se ha perdido. Germán está en París acabando sus estudios y Natalia vive en Shanghai y cuando acabé en la Universidad ya no volverá a casa y se independizará.
Bien es cierto que he leído, que he aprovechado los ratos que me dejaban de asueto los niños, pero era en tu espera. Me doy cuenta que necesito quererte de diferente forma que tu a mi. Tu te has dejado querer, igual que sin querer se dejaron querer nuestros hijos, más por necesidad que por otra cosa.
He sido como un detective captando hasta el más pequeño detalle, estuve atenta al menor de tus gustos, mi felicidad quedó a la espera de la tuya y así supeditada dejó de tener esencia propia.
El otro día leías sentado en tu sillón y me tranquilizaba ver tu imagen relajada y serena con tu pipa humeante. Su aroma me dijo que estabas allí sentado. Te veía de reojo desde la cocina, alzaste la voz sin dejar de ojear el periódico y me preguntaste si necesitaba ayuda y me enterneció. ¡Pero pensé en lo poco que te costaba quererme!.
Volverás mañana y oiré el coche cuando lo entres en el garaje. Si es una hora prudente avisarás con el claxon. Este pequeño ritual se ha repetido a lo largo de estos últimos años. Antes, cuando los niños eran  pequeños corrían a darte la bienvenida. Siempre les traías algún regalo para compensar tu ausencia. Yo repasaba mi imagen, retocaba mi indumentaria y bajaba a tu encuentro. Ahora espero verte llegar para explicarte apresurada mi quehacer cotidiano y me siento absurda en ese monólogo que callas con un beso desganado.
Hace unos días llegó el extracto de la tarjeta VISA y me sorprendió el ver las elevadas sumas de un par de restaurantes. En ese momento pensé en una comida de negocios. Fue después que por un sexto sentido se despertó mi inquietud que achaqué a la edad, esa barrera que entreteje el sutil hilo del tiempo, esa telaraña que se enreda y que pegajosa te engancha. Me da miedo mirarme cualquier día al espejo y descubrirme seca y arrugada como esas moscas que veo debatirse sin suerte esperando ser devoradas.
Nunca te he controlado, bien lo sabes, nuestros hijos han absorbido la mayor parte de mi tiempo. La relación con Natalia siempre ha sido conflictiva, me ha dejado exhausta, agotada y solo esperaba tu llegada para pasarte la vez y que fueses tú quien cogieses las riendas. Tu sola presencia calmaba los ánimos. Siempre me tocó el papel de la mala de la película, a ti siempre te ha idealizado y contra mí y, pese a mi esfuerzo de padre y madre, ha arremetido buscando encontrar su identidad que apunta fuerte y dura como la tuya. Germán ha huido para no tener que soportar tus desaires, ese afán que has tenido siempre de ridiculizarlo.
El otro día llamaron por teléfono y, tan solo contestar y oír mi voz, colgaron. Al rato de llegar tú, sonó de nuevo y te apresuraste en cogerlo. Me dijiste que te llamaban del despacho y que tenías que ir, que se te habían olvidado “no se que papeles”, pensé en lo cansado que estabas y lo duro que debía resultarte.
La casa, el coche y un sinfín de cosas responden más a tus gustos que a los míos. A mi me quedó decidir el color de las paredes, el tono de las cortinas…No me reconozco en ningún rincón de esta casa. Ahora aferrada a esta carta me doy cuenta de que nada de lo que me rodea es mío.
A pesar de tener carné de conducir siempre coges tú el volante. A tu lado te miro, te observo y saboreo los únicos instantes en que estamos juntos sin que yo vaya arriba y abajo y tú estes ausente en tu ordenador.
Cuando llegas después de varios días de no verte, espero la noche arrezagada e inmóvil a tu lado, para no importunar tu descanso, pero espero como no imaginas, que tu mano llegue hasta mí, que me acerquen tus caricias y tus besos…para después en mi soledad, rememorar esos instantes y así olvidar que cada vez estás más distante y es más escaso tu cariño.
Te gusta tu trabajo, tal vez como a mi me gustaba mi carrera que tu nunca valoraste en exceso. Nunca entendiste que hubiese estudiado Arte. Sólo valoras las carreras técnicas como la tuya, por eso te metes siempre con Germán y no aceptas  que estudie Arte como yo.
A pesar de no entender nada de hormigón y de estructuras, te he escuchado mil veces, ayudándote a repasar tus informes y corregir tu inglés. Gracias a mi ayuda acabaste la carrera y así he sido cómplice de tus proyectos. Tus obras llevan algo de mí aunque mi nombre solo sea ese apellido adoptado que me ha hecho propiedad tuya durante mucho tiempo.
En los momentos que inquieto te duermes, vencido por la tensión y el cansancio me pego junto a ti sin dejar recovecos, me envuelvo en tus brazos olvidados temiendo que algún día me faltes…
He tenido que aceptar que tu cansancio sea más cualificado que el mío, y tu disponibilidad, directamente relacionada con tus múltiples preocupaciones, menos moldeable.
Me quema la carta, esta carta que como un talismán me ha hecho ver mi vida y que no me atrevo a leer.
Me he pasado media vida controlando cabezas en la playa y en el parque, demasiados años sin tiempo para mi. He pasado toda una vida esperando un mañana, inventando tu amor una y mil veces. Nunca me has dicho un “te quiero” incluso he notado que te agobia el que yo te lo diga. Te has ido alejando y de tanto verme no me has visto.
Me encargaré que el espejo esté en su sitio cuando llegues y te compraré aquel jamón que tanto te gusta y solo tienen en el centro. También plancharé tus camisas. Estos serán los últimos actos de amor que te dedico.
Nada dejo, nada me llevo. Tu carta está donde la dejaste nunca he sido curiosa y no voy ha cambiar ahora. ¡Tú tampoco!

No hay comentarios: