Siempre me ha gustado el diálogo, a pesar de que muchas veces me he encontrado con monólogos o soliloquios en los que he estado sola a mi pesar. Me ha interesado todo y he estudiado lo que he podido. He intentado compartir, enseñar a quien le interesase lo que tanto trabajo me ha costado aprender. Verdad solo hay una, aunque haya muchas formas de verla, aunque sea una verdad efímera que llevará siempre a otra que nunca será la definitiva, así avanzamos y nos enriquecemos. No tengo verdades absolutas, tan solo apuntes dispuestos al diálogo pero que defiendo con vehemencia.
He actuado siempre con lo que me ha dictado la razón y ha sido un duro aprendizaje el matizar sentimientos y dominar impulsos pensando siempre en el bien común. Me enseñaron a ser honesta y responsable, a que el dinero no fuese lo importante en la vida, a cuidarme, respetar y respetarme, a pensar en los demás. No tengo una religión que guíe mis actos, me guía el razonamiento que tengo como humana y el compromiso que tengo con la vida.
Me han castigado con el silencio, con la maledicencia, el acoso y el olvido. No he tenido nunca defensa ni apoyo, siempre me he tenido que valer por mi misma, es muy duro ser mujer... No he recibido disculpas ni resarcimiento alguno del mal que se me ha ocasionado.
Pensé que podría sobrevivir a la injusticia, al egoísmo, a la envidia, al terrible machismo que impregna a la sociedad, que inunda a hombres y mujeres; que resistiría el abandono de familiares y amigos. He vivido para saber de muertes cercanas, de dolor y de ausencias. He pasado vicisitudes, he sabido de luchas, de faltas de comprensión, de vacíos, de expolíos, de engaños... y a pesar de ello he seguido. Pensé que no me vencería la mezquindad, la pobreza de espíritu..., que siempre me levantaría y seguiría adelante, que podría ir con la cabeza alta y la dignidad como bandera y que eso me bastaría. He intentado comprender, apreciar, aceptar, valorar..., amar. Tengo la impresión de haber vivido siempre a destiempo.
Este año me ha inundado una terrible desazón y a veces me falta el aire. Veo lo efímera que es la vida y lo corto que es el tiempo. Me doy cuenta de todas las horas perdidas, de todas las energías malgastadas en quimeras imposibles. Me ahoga y duele la falta de solidaridad y la incomprensión.
No sé si me vencerá esa pesada losa, si podré seguir mirando adelante a pesar de las ruinas que se amontonan en el camino; no sé si los recuerdos serán nubes grises que nublen el horizonte de mis días, si las lágrimas no ahogarán mi alegría, esa alegría que me ha acompañado siempre y que me ha permitido sonreír. No sé si no me faltarán algún día palabras para vivir. No sé...
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