Un momento

viernes, 27 de diciembre de 2019

Aún estoy a tiempo.





Resbala el tiempo 
por mis dedos
ansioso y sin paradas 
horadando caminos a su paso
inquieto

Apagará mis ojos 
marchitará mi piel
me hará batir el corazón
a nuevos ritmos más sosegados 
y serenos

Dejará trémulas mis manos
volverá inseguros y lentos
mis ágiles pasos
y llenará de nubes 
mis miradas

Correrá veloz y sin resquicios 
haciendo del presente pasado
sin mañanas
y del ahora hoy
¡aún estoy a tiempo! 


Publicado por Olimpia Willemenot en 13:25 No hay comentarios:
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jueves, 21 de noviembre de 2019

Ya verás como no pueden.
























Ya verás como no pueden
no nos vencerán todavía

El mar despierta de nuevo
al sol de cada mañana
el viento nos trae la lluvia
que empapa la tierra seca
y deja surcos en el agua

pero reverdecerán los árboles
que ahora secos y arrugados
dejan ver sus cicatrices
y estallarán nuevas flores
que ahora aparecen marchitas

porque tras las nubes
sale la luz de la esperanza
que nos alumbra los días
con nosotros codo a codo
no hay no puedos que resistan

porque tenemos las manos
porque tenemos la risa
la palabra que nos dice
las miradas que se cruzan
los esfuerzos que se aúnan

ya verás como no pueden
no nos vencerán todavía



Publicado por Olimpia Willemenot en 10:56 No hay comentarios:
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Esa Paz que no llega.

Esa paz que no llega.


La Paz se alza como una paloma batiendo sus alas 
y pasa de largo sin rama de olivo
cruzando fronteras que nunca existieron

y corre en mi piel el dolor ajeno
como si fuese mía la herida o la muerte
o la congoja de esos ojos sin nada ni nadie

Y la Paz no llega

Siento la desesperanza de ese andar sobreviviendo
de ese desarraigo forzado 
de esos rostros sin nombre 

y me llegan sus lágrimas de lamentos sin eco
de voces sin forma y miradas sin gesto
me conmueven sus sueños

Y la Paz no llega

Pero nadie oye ni escucha sus llantos
y a nadie le importa sus casas sin techo y sin lumbre
porque el dolor satura y la indiferencia llega

no puedo sentir su amargura 
con la intensidad que les empuja a vivir muriendo
ni ver girar la cabeza 


Y la Paz no llega

¡Pero quiero alzar el puño y alcanzarla al vuelo!
Publicado por Olimpia Willemenot en 6:55 No hay comentarios:
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jueves, 14 de noviembre de 2019

Poemas varios de soledad y nostalgia.




Nunca te acordarás de mí.

Cuando los años te anuncien el olvido y no tengas pasado en el que asirte
Mirarás el presente, ahora tuyo y enterrarás sin ritos los años que dejaste
en ellos irán mis gestos y mis risas, mis llantos y desvelos
Te aferrarás a tu historia de tenebrosos palacios, de vampiros y de lánguidos personajes
que humedecerán tus ojos.  

Nadie sabrá si existí o si fui tan solo fábula para amedrentar niños
Que viene el lobo...dijiste y cerraste el cuento, como el de las sardinas
Tararearás las canciones de revoluciones que no supiste
o nanas a media voz que repetirás sin recordar su origen

Naciste un día y te creí sol y luna, amanecer, crepúsculo, aurora que alegraba mis días
siempre con temor a perderte tras tu ira y tu rechazo
Nada sabes a pesar de haber oído, no escuchaste, no viste, no amaste.
Qué terrible confabulación de silencio, qué soledad, que duro el trance de abrir los ojos y ver.  
 2012.

Aunque sea un instante.


Yo quisiera filtrarme en tus noches
acariciar tus sueños
dejarte mi beso prendido en tu almohada
para que cuando despiertes
aunque sea un instante, te acuerdes de mí.
 2012

No sé.

No sé si el viento me traerá tu aroma
si en esos sueños en que veo tus ojos
en el que me estremece sentir tu contacto
en el que velo tus sueños o noto tus manos
se acaba esa angustia que me envuelve
como una espesa bruma que ciega y ahoga.

No sé si podré olvidar el tiempo en que me llegaba tu risa
que miraba tus gestos descubriendo el mundo
y secaba tus lágrimas
el tiempo en que te explicaba cuentos de pájaros azules
y niñas a las que no les gustaban las sardinas

No sé si el recorrer tejados con miradas nuevas
el romper esquemas
el matar los monstruos
el ofrecerte todo
no sé si la angustia que acompaña mis noches
desaparecerá algún día o se irá conmigo
no sé...


Si yo pudiera.

Si yo pudiera entrar en tus sueños, 
te esperaría en una esquina 
con la primavera en las manos.

Llueven los años como una lluvia fina
que va calando hasta los huesos
y nos va dejando helados
Solo me quedan unas cuantas  primaveras 
y la esperanza de que con ellas lleguen las flores
el mar en calma, los brotes verdes que llenarán las ramas
de esos árboles que, frágiles, se bambolean con la nieve y el viento

Llegarán aromas de romero y espliego
se llenarán de vida los senderos 
revolotearan insectos
mariposas de colores hermosos, mariquitas y libélulas de irisadas alas 
y poco a poco renacerán ilusiones anegadas por el frío
Pero no dejo de pensar que me quedan pocas 
y que algún día un invierno me cerrará los ojos 
y seré yo una parte de esa hoja que brotará airosa 
de ese árbol que llevará esencia de mí en sus raíces 
aunque nadie lo sepa ni le importe..

Olvidarme del miedo.

Me gustaría tener un paraguas para cobijarme del tiempo
guarecerme de olvidos y de llantos que ahogan
protegerme de odios y de desamor
Buscar el abrigo de palabras que tapen, de miradas que digan
de abrazos que hablen y así, resguardada
Olvidarme del miedo. 18/8/2012

No lo sé todavía.

Algún día hablaré del tiempo, como si nada.
no tendré palabras, habrán muerto
y si vivo, que no lo sé todavía
no tendré lágrimas para enterrarlas.

Silencio.

Qué terrible el silencio, la frase sin respuesta
la mirada vacía, el llanto sin pañuelo
Qué triste la piel perdida y el abrazo olvidado.


Pero la lluvia cae y el viento azota.

Pensé primero que el tiempo arrancaría de cuajo mis raíces
que la lluvia incesante de lágrimas pudriría mi tronco
que al final mis ramas sucumbirían a las tormentas que me agitan
que no soportaría el inmenso vacío del silencio que golpea con su  eco
Pero resisto a los embates y enderezo de nuevo mi tronco malherido
me refugio en mi misma ante la incomprensión y la indiferencia
busco cobijo del duro invierno que se acerca
esperando que renazcan inquietudes que reverdezcan mis ramas

Pero la lluvía cala y el viento azota


Tu olvido..

Prendida
en tu mirada, ahora ausente o siempre
no lo recuerdo
-el tiempo hace estragos-
estaba ya tu olvido


Llueve o tal vez llovía.

Llueve o tal vez llovía.
el viento levantaba la hojarasca
era otoño y refrescaba

Entre la niebla estaba tu boca
en la esquina un haz de versos
y en el suelo allí tendidas
estaban mis esperanzas

Llueve o tal vez llovía
el viento levantaba la hojarasca
era otoño y refrescaba.  
Olímpia, un día de otoño.

Tristeza en los bolsillos.

He paseado con mis bolsillos llenos de tristeza
¡es tan pesado y duele tanto!
He decidido vaciarlos del todo
arrancarlos de cuajo y caminar ligera

No más lluvia de llantos, no más desamor que quema
no más vientos de olvido barrerán mi acera
Cuando vuelva a casa construiré una cerca y con el adiós dicho
recuperaré mis fuerzas y ya nunca nadie me dejará fuera.  
Madrid 2013

Quien pudiera.

Quién pudiera...
recuperar mis días
cogerte la mano y caminar sin tiempo
y ver a tu lado la emoción que espera

Quién pudiera...
mirar en tus ojos el despertar del mundo
pensar sin el tiempo que empuja
sin la lluvia que moja que empapa y que hiela

Quién pudiera...
reseguir tus pasos y recuperar fuerzas
congelar instantes de emociones primeras
abrazos de ternuras que envuelven y llenan

Quién pudiera...
encontrar recodos y buscar veredas
con tu voz al lado de preguntas llenas
de caminos y atajos que esculpí en la piedra

Quién pudiera...
convertir en hoy lo que fue un ayer
en el que sólo pude convertir en risas
mis mil y una penas

Quién pudiera...
escuchar mi nombre y tenerte cerca.     
Olimpia, Noviembre. 2014.


Vuelvo, de nuevo vuelvo, a no rendirme
a hurgar en el vacío de este dolor huérfano
Errante de sueños, repleta de duelos
sin mirar atrás y con las manos a tientas
palpar el camino y trazar senderos.
Vuelvo, de nuevo vuelvo, a no rendirme
a rescatar ilusiones, a comenzar de nuevo
buscando horizontes, desandando senderos


La primavera.

Creía la primavera que tras las nubes
nadie la reconocería
que las ramas secas resquebrajadas por el viento
el suelo con los surcos que el hielo les había dejado
la nieve acumulada todavía en algún pico
las hormigas dormidas 
los insectos buscando desesperados alguna flor
las lagartijas agazapadas entre las piedras
se habrían olvidado de ella
nada hacía prever que la descubrieran
pero a bien seguro la esperaban

Se desperezó con los primeros rayos de sol 
vio el mar que lamía las orillas 
la brisa que suave levantaba alguna hoja seca
algún pájaro cantar ávido de insectos
y notó la calidez de la luz
el azul intenso que se colaba entre las nubes
y de pronto...
vio cómo la señalaban unos pequeños brotes
un campo con su ejército de pequeñas lanzas verdes
un volcán de arena y alguna sorprendida hormiga
un abejorro revoloteando
una pequeña flor entre las piedras
una pequeña salamanquesa tomando el sol 

¡Y se cansó de esconderse!

Se cerró el telón.

Se cerró el telón y la función se acaba
no más llantos ni penas ni miradas atrás
mirar adelante
aunque la piel marchite 
aunque la nostalgia asedie en nuestras esquinas
mirar adelante 
con mirada inquieta a nuevos paisajes
cubiertos ahora de esa espesa neblina
que calma el olvido que aún duele y se agita 
mirar adelante 
que la vida espera
y estamos a solas 

Octubre 2019

Lo que queda de mí.

Si encontráis una mirada perdida 
deambulando solitaria
una sonrisa que no pudo ser risa
una caricia sin piel
que revolotea ansiosa
esperando el abrazo que no llega

Si veis una lágrima sin surco
un beso sin aliento
una voz sin palabras
un aroma que se apaga

Recogedlos al vuelo
son lo que queda de mí.

Noviembre 2019




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Publicado por Olimpia Willemenot en 23:20 No hay comentarios:
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Llueve y el cielo gris se filtra tras la piel.








Llueve y el cielo gris se filtra tras la piel

No se detuvo el mar ni se detuvieron las mareas
esas que inundan las orillas hundiéndote los pies 
sin tiempo para que puedas pisar tierra 

Llueve y el cielo gris se filtra tras la piel

No cesó de crecer el surco que dejan las lágrimas 
ni se apaciguó el dolor que causaron las ausencias
aquellas que todavía inundan de soledad y de tristeza

Llueve y el cielo gris se filtra tras la piel

Salpica el mar con nostalgia de amantes y de amigos 
arrasados por el viento del egoísmo y la indiferencia
condenando al desamor 

Llueve y el cielo gris se filtra tras la piel

Llega el eco crispado de las olas como canto de sirenas
que llaman a surcar nuevos rumbos
a ese navío que no aguanta más galernas

Llueve y el cielo gris se filtra tras la piel

Navega abatido con las velas hechas jirones
rotas las ilusiones descarnado y malherido 
esperando ser astilla o cobijo de algún pez

Llueve y el cielo gris se filtra tras la piel

Solo le queda a la frágil embarcación 
los restos de su bandera.
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viernes, 14 de junio de 2019

Esgarrapava el temps - Arañaba el tiempo.






Esgarrapava desesperadament el temps 
intentant aturar-lo
detenir els minuts 
guanyar segons per gaudir
d’aquesta primavera que fuig
sense deixar-ne rastre

Estic a un front d’una batalla
 - no sé si es nova o és la d’ahir - 
en la que només corro 
en la que no hi ha mans a les que agafar-se
no hi han paraules d’ànim
no hi ha res que pari el mal

Plouen focs i trons que fan sagnar ferides
llamps que deixen nu l’horitzó
i ennegrits els camps
que es varen omplint 
de gestos que jo no parlen

Em cau el temps damunt 
m’ofega i m’aclapara amb la seva espessa tranyina
que es va teixint al voltant meu
i em deixa a dins com impotent crisàlide
que ja no tindrà ales de colors 
ni podrà mai enlairar-se



Arañaba desesperadamente el tiempo
intentando pararlo
detener los minutos
ganar segundos para disfrutar
de esta primavera que huye
sin dejar rastro

Estoy en un frente de una batalla

-  no sé si es nueva o es la de ayer  -

en la que solo corro 
en la que no hay manos a las que asirse
no hay palabras de ánimo
no hay nada que pare el dolor 

Llueven fuegos y truenos que hacen sangrar heridas
rayos que dejan desnudo el horizonte
y campos ennegrecidos 
que se van llenando de gestos ya sin voz
Me cae el tiempo encima 
me ahoga y me abruma como una espesa tela de araña
que se va tejiendo a mi alrededor quedando adentro
como una impotente crisálida
que ya no tendrá alas de colores 
ni podrá nunca volar



Publicado por Olimpia Willemenot en 12:19 No hay comentarios:
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sábado, 30 de marzo de 2019

Un círculo del infierno.



Son las doce del mediodía y hace un día espléndido. Voy intentando ir por la sombra, pero en esta calle no hay árboles.  Al final llego a lo que parece un hotel de tercera categoría, de esos que abundan en la costa y que seguro que debió serlo en su día. Subo unos cinco escalones, entro, y creo bajar a un círculo del infierno que Dante seguro no visitó. 
Con Tele5 a todo tren en dos televisores emitiendo un programa donde todos los contertulios casposos comentan a voz en grito otro programa en el que sale el hijo de Isabel Pantoja, los ancianos, con la mirada perdida, parecen ajenos a lo que les rodea. 
Unos cuantos, como mi amiga, están atados a la silla con unas correas sucias; otros más lúcidos, los menos, con cara de inmensa tristeza; otros babeando y gritando. Una mujer muy mayor haciendo punto y otra rompiendo en trozos muy pequeños un cuaderno de pasatiempos que no creo que haya rellenado.
Me conmueve un hombre sentado en una silla de ruedas, que lleva una gorra de visera y que se mira las manos, unas manos finas, de dedos alargados; por un momento levanta la vista y veo sus ojos, unos ojos azules que trasmiten calma o cansancio, no sé bien. Tiene un aspecto elegante a pesar de que la silla de ruedas en la que está sentado es simplemente una silla metálica con respaldo y asiento de una tela de plástico negra. No sabría decir su edad, es mayor pero no viejo, no me gusta ese término despectivo de decadencia o inutilidad, no es el “veclio” italiano que trasmite la belleza de lo antiguo, es una vejez impregnada de desamor, de lo que se tira o guarda en un trastero, o lo que se expone en esos mercadillos en los que, entre fotos  descoloridas de boda, aparece un libro con una tierna dedicatoria, ahora sin contenido, y las cartas de amor atadas con una deshilachada cinta. 
Todo tiene un aspecto descuidado. Las ventanas, con visillos que disimulan un anodino paisaje de paredes amarillas de un edificio delantero. Hay una puerta de cristal que da a un patio ahora inaccesible y en que se ven dos o tres macetas que en su tiempo tuvieron plantas y en las que tan solo quedan sus esqueletos. 
Los ancianos están la mayoría sentados los unos al lado de los otros y tienen mesas alargadas delante con su botellín de agua barata y su nombre garabateado con rotulador; son las mismas mesas en las que los que se valen por sí mismos comen después. Hay tres mesas delante y en una, cuatro ancianos juegan a dominó; de pronto aparecen unas “cuidadoras” que les retiran el juego y les colocan unos baberos enormes. En las otras también empiezan a preparar los platos y van acercando en sillas de ruedas y atados a los que parecen más demenciados. Es el primer turno y a algunos les dan de comer con cuchara; abren mecánicamente su boca y engullen lo que parece una papilla o puré. 
Pienso en la decadencia, en la humillación, en las historias que se esconden tras ellos, en el anonimato de sus vidas alejados de su entorno familiar, de su casa, de su perro…, pero sobre todo sin poder recurrir a sus recuerdos.
Una mujer llega deprisa con un niño pequeño; es una mujer mayor que debe ser la abuela. Trae un par de madalenas y se las da a una de las ancianas que está al lado de mi amiga y que al parecer es su madre: una mujer malcarada y de trato desagradable, tal vez por su patología o tal vez no. De mi última visita veo que faltan ancianos y no creo que sea porque hayan vuelto a sus casas. 
Mi amiga parece mirar sin ver, pero por un instante recupera el brillo en sus ojos y parece abrirse una brecha de luz en su memoria, me coge las manos y me llama ¡guapa!, la abrazo y vuelve su tormenta a nublarle los ojos, balbucea, no la entiendo, pero continúo hablando como si fuese un día cualquiera de aquellos en los que paseábamos cogiendo flores silvestres y oliendo a mar y jazmín. Le enseño fotos de mis plantas y sonríe, las señala con el dedo, me intenta hablar, no puede (además no lleva dentadura), intenta levantarse y está atada y no puede, se crispa en su impotencia y al final, resignada, se encierra en sus soledades y miedos. Todavía no le toca el turno de lo que imagino es su único aliciente, comer esa de aspecto poco apetitoso, y a esperar que pasen las horas en ese mundo desconocido para ella en el que las brumas van ensombreciendo su pensamiento y en que solo aflora de vez en cuando el dolor de una vida llena de abnegación y trabajo. 
Me despido con el corazón encogido y salgo de este inframundo con el sol y la calle esperando tras la puerta. 


Publicado por Olimpia Willemenot en 15:22 No hay comentarios:
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Etiquetas: vejez. soledad
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