Él entra más tarde a trabajar y no viene a comer porque dice que no le da tiempo. Sin embargo, yo he de dejarme el día antes la comida hecha porque tengo algunas tardes libres y me llevo los expedientes a casa. Él hace la cama y después de cenar se sienta ante el televisor absorto, con un vaso de güisqui... para relajarse.
¿Quién andaría a estas horas por ahí? ¡Qué haria ese coche allí! Algún amorio prohibido... ¡Pero no la dejaría en medio de la montaña! ¡Menos mal que desde
aquí veo las luces de la autopista!
Debo estar histérica tampoco hay para
tanto, si lo sabe Carlos encima me dirá que soy tonta. ¡Cuando sepa
lo del coche le da algo!
Carlos tiene una hija de su primer
matrimonio, a pesar de que apunta un tanto rara, debe ser la
adolescencia, me cae bien porque es sincera y tiene inquietudes. Su
ex-mujer es médico como Carlos, especialista de aparato digestivo,
la conocí un día que coincidimos en un concierto, es muy poca cosa
y algo desgarbada, pero muy dulce y tierna. Tiene la mirada triste.
Ya estaban separados desde hacía
varios años cuando lo conocí.
Imaginé lo mal que se lo había hecho
pasar Carlos con sus infidelidades y sobretodo “sus locuras”.
Carlos un día me dijo, así como quien
dice algo natural, que era bisexual, pero que había sido una etapa de
su vida, la de “las locuras” y que ahora había hecho una opción
por mí.
Pero “esa etapa de su vida” fue un
tormento para Carmen porque se relacionó con el marido de su
hermana y también supe que con una de sus mejores amigas.
Yo de todo esto me enteré más tarde,
cuando ya hacía algún tiempo que vivía con él y me había
acostumbrado a sus besos y a sus abrazos. Pensé que mi amor lo había
cambiado.
Siempre he sido muy liberal y
difícilmente me escandalizo, pero me costó entender el morbo con el
que me dio la noticia: “Soy medio hombre”
Yo creo que el sexo solo es una
pincelada, que el lenguaje amoroso es algo más que sexo, que el amor
es algo más que procrear y que en esa comunicación debe dar igual
el sexo. A pesar de pensar eso, yo no me podría relacionar con una
mujer porque me han educado así y ya es muy difícil cambiar.
Creo que hay hombres que tienen facetas
femeninas y mujeres que las tienen masculinas, porque todo depende de
los individuos. Así hay hombres con una sensibilidad exquisita y
mujeres competitivas y activas; hombres con sentimientos maternos y
amor hacía los niños y mujeres que no los tienen. Pero Carlos tiene
esa sensibilidad puntillosa típica de determinadas mujeres y esa
arrogancia y prepotencia atributo de los hombres; pese a ello creo
amarlo con esa sinrazón que dan los sentimientos.
Carlos es a veces muy suave, pero otras
me despierta de noche con su sexo y yo lo dejo hacer y le sigo el
juego, dice que me quiere y eso me basta. Después ya no puedo dormir
y me saltan las lágrimas pensando que me levanto tan pronto.
Creo a veces que le gusta sentirse mi
dueño y poseerme y que lo hace para marcar su territorio. A veces me
rebelo y pienso que no me quiere, que esto no puede ser amor.
La niebla se iba disipando y el cielo a
pesar de estar gris, dejaba ver con nitidez las encinas y los robles,
las enredaderas que enlazaban las copas de los altos pinos y la
mullida alfombra de tornasolados colores que formaban las hojas
caídas.
Decidí salir para ver los desperfectos
e intenté poner grava bajo las ruedas y unas ramas. Solo un olor a
goma quemada era por el momento todo lo conseguido.
Era difícil que alguien pasara por
allí, pero se oía ruido de coches por la carretera y lo que
seguramente era una ambulancia sonaba como un faro a lo lejos.
Me resultaba curioso oír sonar una
sirena ¿Qué sentido tenía una sirena? ¿Qué urgencia tiene un
cadáver? ¿Quién espera a un muerto?
Finalmente el coche se había deslizado
hacia atrás y lo logré poner en marcha. Como pude deshice el camino
y volví a la carretera.
Era ya otro el espectáculo. La claridad
animaba el paisaje que ahora tenía más de parque que de tanatorio.
Los árboles que bordeaban el camino estaban cargados de racimos de
flores rosas que, como guirnaldas, adornaban el recorrido.
Decidí acercarme al recinto, ahora
abierto, para llamar a mi oficina, les pediría disculpas... Llevaría el coche al taller y le
pediría a Carlos que me pasase a buscar.
A lo lejos se veía bullicio y luces.
Una patrulla de los Mossos desviaba la
circulación.
¡Qué extraño! El corazón volvió a acelerárseme. Al pasar al lado del agente bajé la ventanilla y
pregunté.
- Circule por favor ha habido un
accidente.
-¿Un accidente?
- Si; por favor, circule.
Un coche mortuorio se había parado
detrás de mí.
Recordé la muerte de mi padre. ¡Hacía
casi veinte años! No era este cementerio sino el de la montaña de
Montjuïc. Este todavía no estaba construido. No mira al mar su tumba como él quería, ni está a ras de
suelo. Pero hace tiempo que sé que da igual la dirección que tengan
los muertos. No he vuelto más. Solo fui aquel día que no llovía ni
yo lloraba a pesar de estar inmensamente triste. Íbamos mi madre, mi
abuela y yo.
El conductor, al parecer, tenía
órdenes de ir el primero en la comitiva y así empezó la
persecución del coche mortuorio, que no era de caballos como había
contratado mi padre, sino un coche negro con una cruz y unos
cristales oscuros. Tras azarosos adelantamientos, bocinazos,
increpaciones a conductores y viandantes, el coche mortuorio se alejó
de nosotros y nosotros nos desviamos camino del Prat de Llobregat
llegando los últimos al entierro.
Recuerdo el terrible cemento con el que
tapiaron el agujero y en el que mi madre hizo dejar su medalla.
- Circule por favor...
Un coche se aproximaba y uno de los Mossos llamó a su compañero.
- Es la Juez, déjala pasar
- Es la Juez, déjala pasar
¡Un muerto!, ¡La Juez con seguridad
venía a levantar un cadáver!
Me desviaron por la carretera que pasa
por el cementerio judío y al final llegué a las oficinas y pregunté
por todo aquel barullo que se había organizado. Una azafata de
uniforme me atendió, me dijo que al parecer habían atropellado a alguien y que
cuando ella había llegado acababan de encontrarlo. ,La barrera
estaba rota y lo que parecía una figura humana tapada con una manta se veía en el suelo.
La chica me explicó que creía debía ser algún familiar que habría
quedado perdido por allí, ya se sabe, dijo..., algunos pierden el “oremus”, ¡igual la dejaron abandonada aquí,! comentó sonrojándose, perdone, era una broma de mal gusto, disculpe.
-¿Y el coche?. -Tal vez al hacer mal
tiempo hay muchos que escogen este camino para evitar atascos. Era
oscuro, tal vez no vio la barrera...
1 comentario:
difícil, complex, sensible, tendre, dur...
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