martes, 3 de abril de 2012

IV.El tiempo robado.


-¿Se sabe algo de qué coche era?
- Creo que no se sabe, huyó o no se dio cuenta, me parece que lo están buscando. No le puedo decir más.
Tampoco yo les podía facilitar más datos, un coche grande... ¡Pero ni sabía la marca, ni el color!
Llamé por teléfono a mi trabajo. Que tranquila, que se había anulado el juicio. Me tomaba el día libre, ya se arreglarían sin mí. En casa nadie contestaba y llamé a la consulta de Carlos, no había llegado. La lluvia había limpiado el barro, probé encender las luces y funcionaban a pesar del faro roto. Me fui al bar a tomar un café y serenarme un poco.
Tenía necesidad de hablar con Carlos. Busqué las llaves y salí a buscar el coche y fue cuando me fijé en un detalle que no había visto antes. La rueda trasera que llevaba era la de recambio.
Esa rueda estrecha que llevan ahora los coches y con la que no puedes circular más de unos kilómetros. Esa rueda que solo sirve para rebajar costes sin que lo note el usuario. ¡Qué raro! Fijándome bien, también vi que el lateral trasero donde estaba la rueda de recambio estaba abollado, el golpe habría afectado a la rueda.
Abrí el capó, ¡la rueda destrozada!
¡Carlos! ¿Cómo era posible que hubiese tenido la cara dura de coger el coche sin avisarme? ¿Cómo era posible que no me hubiese dicho que le había dado un golpe?
Yo me había quedado dormida en el sofá esperándolo, no es mi costumbre pero había estado preparando el juicio y me quedé con el ordenador abierto. Cuando me desperté, lo vi ya metido en la cama y me había cerrado el ordenador y tapado con una manta... ¡el detalle me conmovió!  ¡Con el olor que traía! Debió llegar pasadas las tres...
Solo él tenía otra llave del coche, porque a pesar de tener el suyo, a veces cogía el mío por ser más pequeño y manejable. Yo no lo había cogido ayer porque no había ido al despacho, tenía gestiones que hacer en el Juzgado y por Barcelona es mejor dejarlo en el garaje.
Me llamó que acabaría tarde, que se le había acumulado el trabajo y que cenaría por allí cerca porque le habían propuesto montar un centro de estética. Carlos es dermatólogo y le interesaba mucho el tema.
Estaba indignada, si se pincha la rueda, allí me quedo tirada ¡y quien sabe si muerta si es a mí a quien atropellan!
Bueno, él sabía que tenía que coger el coche ¿Cómo es que no me había avisado?
Ni llamar al móvil para decirme algo. Lo mismo de siempre, una falta de respeto absoluto hacia mí. Visualicé al fin la pantalla, ningún mensaje.
Volví a llamar y Montse su enfermera me dijo amablemente que no sabía nada, pero que dejó aviso que tal vez llegaba tarde o no venía. Sabía que le hacía las suplencias Juan.
-Pásame con Juan a ver si sabe algo.
-¿Qué sabes de Carlos?
- Pues me pidió ayer que si podía pasarle la consulta y...
-¿Y la cena?
-¿Qué cena?
-¿No teníais una cena ayer?
- No sé... bueno a lo mejor fue con Javier, seguro que fue con Javier... bueno o con Sara, si tal vez fue con Sara...
-Qué pasa Juan, somos amigos... estoy muy preocupada, he tenido un contratiempo...
- ¿Qué te ha pasado?
- Nada, no te preocupes; un problema con el coche.
-Debe estar en casa, igual no contesta el teléfono.
-Tu sabes algo... ¿qué pasa?
- Mira tengo que dejarte, estoy atendiendo a un paciente, tranquilízate, ya hablaremos.

Solo quería alejarme de allí. Con tranquilidad me plantearía qué hacer y qué decir, estaba demasiado nerviosa.
Llegué a casa y me quedé bloqueada en el aparcamiento sin saber hacía donde girar. El vigilante se acercó.
-Deje, que hoy la veo alterada. ¿Qué le ha pasado al coche?
-Nada de importancia; ya sabe, la lluvia...
-Ya se lo aparco yo, si quiere le dejo las llaves a mi compañero cuando me vaya.
Se lo agradecí y tomé el ascensor. Las manos me temblaban, estaba helada.
Nadie en casa, la cama deshecha y ni rastro de Carlos. Nunca lo había hecho antes, ni con él, ni con nadie, pero cogí sus trajes y uno a uno fui vaciando los bolsillos. Poca cosa por el momento, unos "kleenex", un encendedor plateado, un bolígrafo propaganda de unos laboratorios, una muestra de crema de protección solar, ¡una cajetilla de papel de fumar! ¡una caja de preservativos medio vacía!
Carlos tuvo claro que con una hija era suficiente y hacía años que se había hecho la vasectomía por lo que conmigo no utilizaba preservativo alguno. A mi me había dado pena un tiempo, pero después lo fui aceptando y más viendo los problemas de su hija con su madre.
¡Qué tonta! Estaba cansada, aturdida y consternada. Puse el televisor para oír las noticias, pero eran las doce del mediodía y pocas noticias daban. Me tomé el primer tranquilizante que encontré.
Estaba rendida y me tumbé en el sofá. Me despertó su mano que desabrochaba mi blusa y de un salto me senté.  Miré el reloj...¡eran las cinco!
-¿Qué te pasa?
-¿Que qué me pasa?¿Qué haces a esta ahora aquí?
-¿Y  tú? ¿No tenía un juicio hoy?
- Ahora desvía la conversación...
Lo han aplazado, pero no creo que te importe mucho...

-Me han dicho que me has llamado, no he visto el móvil, estaba sin batería, he venido porque Juan te ha oído alterada.
¡Alterada!

 ¿Pero tú te das cuenta de qué me podía haber pasado si llego a pinchar con el día que hace? ¿Tú sabes el día que he tenido y todo lo que me ha pasado? ¿Dónde estabas?
-Bueno te estás pasando con tantas preguntas, ya me has hecho culpable de todo, no hace falta explicar nada.
-¿Cogiste mi coche?.
-Bueno, ¿y si lo cogí?
-¡Pero cómo puedes tener valor! Ha habido un accidente en el cementerio... casi me mato con el coche y descubro que tú...
-Ven, no seas tonta, estás nerviosa...
-¡No se te ocurra tocarme!
- Bueno ya volveré cuando estés calmada...
-¡Carlos!
Y sin más desapareció por la puerta.


¡No era posible que yo estuviera viviendo con aquel desconocido! ¡Que fuese el mismo que me decía  que me amaba y me quería! Jamás había pensado en mí, a bien seguro desconocía mis gustos y mis aficiones, solamente sabía dejarse querer.
Algo escondía y no sabía que era, pero me daba igual.

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